martes, 18 de agosto de 2009

Catharsis (Julio 2009)

Karen Wild

“Vivir es no filosofar, filosofar es no vivir”


Fichte- citado por J. Xirau en “La filosofía de Husserl”


¿Qué estamos entendiendo por filosofía y por vivir aquí? Parece ser la clave para discutir esta sentencia. Intentemos llenar con contenidos.

Filosofía como un proceso que entraña reflexión y sistematización de las ideas surgidas de la misma, las cuales pueden ser planteadas ya de forma argumentativa o expositiva, pero que se sustentan en una argumentación que debería proveer su autor en caso que se le preguntara ¿en qué se basa para decir eso? o ¿por qué lo dice?, etc.

Vivir como trascendencia de los actos básicos que identifican que un organismo está vivo. Vivir en referencia a la actividad física y la participación activa en grupos, realización de tareas, desde las automáticas hasta las más creativas pero que involucran activamente al cuerpo. Hacemos a un lado la acepción de vivir (o vida) como actividad del espíritu.

De este modo, ¿tenemos que dejar de vivir para hacer filosofía?

Sí. La reflexión implica volverse sobre el objeto que se somete a juicio. Es un acto de desdoblamiento de la inmediatez, la cual es característica del vivir automático. En el mismo se da un alejamiento, se observa desde fuera la cosa a estudiar. En este sentido no se puede vivir la cosa misma y reflexionar sobre ella. Como el automatismo está en las antípodas de la filosofía, si se reflexiona sobre una acción determinada, esta no puede estarse efectuando acríticamente por la misma persona.

Pero el vivir no es expresión exclusiva del automatismo y la actividad acrítica (si así fuese habría bastado con definir cada término para responder a la pregunta.)

No. La filosofía podría coexistir con el vivir. Supongamos que mientras trabajo lavando los platos de un restaurante observo cómo se acerca por la puerta de servicio una señora rodeada de niños a pedir algo que sobre. Entonces aparece mi patrón y dándole una negativa, cierra la puerta y me ordena tirar en bolsas bien cerradas las sobras de los platos. Mientras cumplo o no cumplo las órdenes dadas, pienso sobre los motivos para dar la negativa. Considero los distintos factores involucrados, las consecuencias no inmediatas de las posibles respuestas. Pienso también en qué pasaría si todas las personas dijéramos no cada vez que tenemos la oportunidad de dar algo a alguien que lo necesita… y empiezo a hilar mis intuiciones, organizo las incipientes ideas y comienzo a enunciar argumentos…

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