La hipótesis escéptica de que uno es un cerebro en una cubeta con experiencias sistemáticamente engañosas se basa en la hipótesis el Genio Maligno cartesiano, de acuerdo a la cual uno es víctima de error constante inducido por un ser con poderes divinos que nos engaña. El escéptico sostiene que no se sabe que la hipótesis de “ser cerebro en una cubeta” es falsa, ya que de ser verdadera, la experiencia sería tal cual es ahora. Por lo tanto, de acuerdo al escéptico, no podemos conocer ninguna proposición concerniente al mundo externo (proposiciones que serían falsas de ser verdadera la hipótesis).
Hilary Putnam elaboró una posible refutación de una de las versiones de la hipótesis de “ser cerebro en una cubeta” basada en el externalismo semántico. Esta postura sostiene que los significados y las condiciones de verdad de nuestras afirmaciones, y los contenidos de nuestros estados mentales intencionales, dependen del medio, externo y causal. Este artículo se concentra sobre todo en evaluaciones de Putnam que parecen demostrar que uno puede saber que no es un cerebro en una cubeta.
1. La hipótesis escéptica y el argumento escéptico
El escéptico cartesiano propone varias hipótesis escépticas lógicamente posibles para que tomemos en consideración, como ser que ahora estés simplemente soñando estar leyendo un artículo enciclopédico. La hipótesis del Genio Maligno más radical, es la siguiente: Habitas en un mundo constituido sólo por ti y el Genio Maligno, dotado de poderes divinos y empecinado en engañarte. En el mundo del Genio Maligno, no existe nada material, y todas tus experiencias son causadas directamente por él. Por lo que tus experiencias, que aparecen como representantes de un mundo material externo (incluyendo tu cuerpo), dan lugar a creencias sistemáticamente erróneas acerca de tu mundo (como que en este momento estás leyendo una revista). Algunos filósofos niegan que la hipótesis del Genio Maligno sea lógicamente posible. Los materialistas, que sostienen que la mente es un sistema físico complejo, niegan la posibilidad de un mundo como el del Genio Maligno, dado que, desde esta postura, tu mente no podría existir en un mundo inmaterial. Consistentemente, un escéptico moderno nos hará considerar una hipótesis escéptica actualizada compatible con el materialismo. Tomemos en cuanta la hipótesis de que seas un cerebro sin cuerpo flotando en una cubeta de fluidos nutritivos. Este cerebro está conectado a una supercomputadora cuyo programa produce impulsos eléctricos que estimulan al cerebro del mismo modo en que los cerebros normales son estimulados al percibir objetos externos habitualmente. (La película “The Matrix” nos muestra cerebros con cuerpo que son estimulados de esta manera, mientras flotan en cápsulas). Si eres un cerebro en una cubeta, entonces tienes experiencias que son cualitativamente indistinguibles de aquellas que tiene un cerebro normal. Si llegas, basándote en las experiencias inducidas por la computadora, a creer que estás mirando un árbol, entonces caíste en un lamentable error.
Tras haber bosquejado esta hipótesis, el escéptico lanza un reto: ¿Puedes descartar la posibilidad descrita en ella? ¿Puedes saber si la hipótesis es falsa? Ahora el escéptico argumenta del siguiente modo. Elige una proposición P cualquiera concerniente al mundo externo, que creas saber:
1. Si sabes que P, entonces sabes que no eres un cerebro en una cubeta.
2. No sabes que no eses un cerebro en una cubeta. Luego,
3. No sabes que P.
La premisa (1) está justificada por el principio según el cual el conocimiento se cierra si se conoce la implicación.
(PC) Dados S, q y r. Si S sabe que q y S sabe que q implica r, entonces S sabe que r.
Como sabes que P implica que no eres un cerebro en una cubeta (por ejemplo, sea P = Estás leyendo esta revista), por (PC) sabes que P sólo si sabes el consecuente de la implicación: No eres un cerebro en una cubeta. La premisa (2) está Justificada por considerar que tus experiencias no te permiten discriminar entre las hipótesis de que no seas un cerebro en una cubeta (sino mas bien un humano normal) y que seas un cerebro en una cubeta. Tu experiencia sería la misma sin importar cual de las hipótesis fuera verdadera. Luego, no sabes que no eres un cerebro en una cubeta.
2. Los CECs de Putnam y el argumento disyuntivo
En una discusión famosa, Hilary Putnam nos hace considerar una versión particular de la hipótesis de cerebros en cubetas. Imagina que eres un cerebro en una cubeta en un mundo en el cual los únicos objetos son cerebros, una cubeta, y un laboratorio que contiene super computadoras que estimulan esos cerebros encubetados. Yendo aún más lejos, imagina que esta situación ha acaecido totalmente por azar, y los cerebros han estado siempre allí. Ningún neurocientífico malvado o máquina renegada ha causado la situación. Llamemos a este cerebro tan particular un “CEC”. Un argumento escéptico tal como el comentado anteriormente puede formularse utilizando la hipótesis de CEC.
Tomando la perspectiva de la primera persona, Putnam sugiere que yo puedo establecer que no soy un CEC apelando sólo a consideraciones semánticas – consideraciones concernientes a la referencia y la verdad. Esto invalidará la versión CEC del argumento escéptico.
Putnam genera sus consideraciones semánticas anti-escépticas de la siguiente manera. Suponte que no hay árboles en Marte y que un marciano forma una imagen mental que luce exactamente como una de mis imágenes de árbol al percibir una mancha de pintura que accidentalmente se parece a un árbol. La intuición de Putnam es que la imagen mental del marciano no es una representación de un árbol. Esto se debe a la falta de algún tipo de conexión causal entre la imagen y los árboles (incluso, supondremos, de alguna conexión causal menor como ser la interacción con un visitante terrícola que hubiera visto árboles). Si yo fuera un CEC mi imagen mental asemejada a un árbol no sería más representación de un árbol que aquella del marciano. Ninguno de los dos tendría el tipo de contacto causal con los árboles que se requiere para que nuestras imágenes se refieran a árboles. El mismo razonamiento se aplica a cualquier instancia de la palabra “árbol” que pudiera llegar a ser proferido (o pensado) por el marciano y por el CEC. (Al hablar de CECs, usaremos “proferir” significando, de hecho, “creer proferir”, ya que un CEC no puede hablar ni escribir, sino que sólo se cree hablando o escribiendo. Consideraciones similares se aplican a “hablar”.)
Si no refiere a árboles, ¿a qué refiere cada instancia de “árbol” del CEC? Putnam ofrece tres posiblilidades:
i. a “árboles-en-la-imagen” (Considero que por “la imagen” Putnam entiende la sucesión de experiencias tenidas por el CEC),
ii. a los impulsos eléctricos que estimulan el cerebro y lo hacen tener experiencias coincidentes con las tenidas por un humano normal cuando ve un árbol, y
iii. a las funciones del programa de informático que son causas responsables de los estímulos descritos en (ii) y, luego, de las experiencias especificadas en (i).
En condiciones naturales (la asignación de referencias pre-Putnam que uno haría al estudiar el valor veritativo de una proferencia de un CEC tal como: “Aquí hay un árbol”) sostendríamos que el uso de “árbol” del CEC refiere a árboles y, entonces, que su instancia-oración es falsa, ya que no está cerca de un árbol. Sin embargo, en cada una de las asignaciones de referente propuestas por Putnam, la oración instancia resulta verdadera (siempre y cuando el cerebro esté siendo de hecho estimulado de forma tal de tener experiencias exactamente iguales a aquellas sufridas por un ser humano normal al ver un árbol y de que la estimulación esté siendo causada por los impulsos eléctricos apropiados generados por las funciones del programa informático). Tomando en cuenta (i), por ejemplo, la proferencia “Aquí hay un árbol” del CEC es verdadera si y solo si el CEC está teniendo experiencias como las que tendría estando cerca de un árbol.
Llamemos a estas consideraciones sobre la referencia y la verdad externalismo semántico. Esta visión niega un postulado crucial del cartesianismo sobre la mente y el lenguaje, a saber: que las oraciones de un CEC expresan creencias sistemáticamente equivocadas acerca de su mundo, las mismas creencias del contraparte normal del CEC, con experiencias coincidentes. Por el contrario: las proposiciones del CEC difieren en la referencia y las condiciones de verdad (y, consecuentemente, en significado) de aquellas de su contraparte normal. Sus proposiciones expresan creencias que son verdaderas en su extraño mundo de cubetil. Las diferencias semánticas entre las proposiciones usadas por el CEC y aquellas usadas por su contraparte normal se originan en las diferencias en sus contextos externos y causales de los seres.
La opción (iii) da la asignación de referente más plausible en términos externalistas semánticos a las palabras del CEC, ya que las funciones recurrentes del programa que sistemáticamente provocan las experiencias “árbolescas” del CEC juegan un rol causal con relación a los usos de “árbol” del CEC, que es análogo al rol causal jugado por los árboles con relación a los usos humanos normales de “árbol”.
Tomando en cuenta el punto (iii) y algunas de las observaciones de Putnam podemos reconstruir el Argumento Disyuntivo (de ahora en más “AD”) que sigue, el mismo apunta a establecer que yo no soy un CEC. SI AD resulta exitoso, entonces podemos dar respuesta a un argumento escéptico que suponga la hipótesis de CEC, hipótesis que comparte la forma del argumento cartesiano (1) – (3) antes descrito. Si resulta exitoso, entonces genera el conocimiento de que no soy un CEC. Entonces tendríamos una respuesta al desafío escéptico de que, dado que yo no sé que no soy un CEC, entonces no sé ninguna proposición P dirigida al mundo externo.
Permítasenos usar “español cubetil” para referirnos al lenguaje del CEC, “cerebro*” para designar a las características del programa de computadora que causan experiencias en el CEC cualitativamente indistinguibles de las representaciones que los cerebros se hacen de experiencias normales y establezcamos “cubeta*” para hablar de las características del programa que producen experiencias cualitativamente indiscernibles de las experiencias normales que representan cubetas. Un CEC, entonces, no es un cerebro* en una cubeta*: Un CEC no es una cierta función de un programa ubicada en otra cierta función de un programa de otra computadora. El AD es el que sigue:
a. O bien soy un CEC (hablando español cubetil) o soy un no-CEC (y hablo castellano)
b. Si soy un CEC (hablando español cubetil), entonces mis proferencias de “Soy un CEC” son verdaderas si y solo si soy un cerebro* en una cubeta*.
c. Si soy un CEC (hablando español cubetil), entonces no soy un cerebro* en cubeta*.
d. Si soy un CEC (hablando español cubetil), entonces mis proferencias de “Soy un cerebro en cubeta” son falsas. [(b),(c)]
e. Si soy un no-CEC (y hablo español), entonces mis proferencias de “Soy un CEC” son verdaderas si y solo si soy un CEC.
f. Si soy un un no-CEC (y hablo español), entonces mis proferencias de “Soy un CEC” son falsas. [(e)]
g. Mis proferencias de “Soy un cerebro en cubeta” son falsas. [(a), (d), (f)]
El AD se queda corto a la hora de darnos el rersultado deseado, es decir una prueba de
(no-ES) No soy un CEC
Para llegar a establecer (no-ES) necesitamos algunos pasos adicionales:
(h) Mis proferencias de “No soy un CEC” son verdaderas.
(T) Mis proferencias de “No soy un CEC” son verdaderas si y solo si no soy un CEC.
(no-ES) se sigue de (h) y (T). El paso (h) se sigue de (g) basándose en asunciones naturales sobre la negación, la verdad y el citar, pero (T) es problemático en este contexto anti-escéptico. La asunción (T) parece incurrir en una petición de principios en contra del escéptico. El escenario en el externalismo semántico de Putnam es este: si soy un un no-CEC (y hablo español) entonces (T) es la forma correcta de enunciar las condiciones de verdad de mi juicio “Soy un CEC”, usando la herramienta del descomillado; pero si por el contrario yo soy un CEC (hablando español cubetil), entonces la curiosa manera de enunciar las condiciones de verdad de mi sentencia es la dada en (b) del AD, donde no se usa la herramienta del descomillado. Por lo tanto, para saber que (T) es el enunciado correcto sobre las condiciones de verdad de mi proposición, necesito saber que no soy un CEC (y hablo castellano).
Pero eso es lo que se supone que el argumento anti-escéptico debía probar. De acuerdo con esta objeción, el AD complementado (el AD más (h) y más (T)) es epistémicamente circular, al entender de William Alston: el conocimiento de una de sus premisas – (T) – exige el conocimiento de la conclusión.
3. Argumentos Simples
Consideremos otras dos reconstrucciones del pensamiento de Putnum en lo que concierne a los CEC.
Argumento Simple 1 (“AS1”):
A. Si soy un CEC entonces mi palabra “árbol” no se refiere a árboles.
B. Mi palabra “árbol” se refiere a árboles. Luego,
C. No soy un CEC. [(A), (B)]
Discutiremos (B) más adelante. La premisa (A) proviene del externalismo semántico de Putnam, como vimos más arriba. Las consideraciones del AD que versan sobre las condiciones de verdad de las proposiciones del CEC están arraigadas en preferencias sobre la referencia como (A): como las palabras del CEC difieren en sus referentes de aquellas de un hablante normal, las proposiciones del CEC consecuentemente difieren en sus condiciones de verdad de aquellas de un hablante normal.
Las diferencias semánticas recién mencionadas llevan a diferencias a nivel de contenidos del pensamiento que se exploran en el argumento que sigue, Argumento Simple 2 (“SA2”):
D. SI soy un CEC, entonces no estoy pensando que los árboles sean verdes.
E. Estoy pensando que los árboles son verdes. Luego,
F. No soy un CEC
Discutiremos (E) más adelante. Con respecto a (D): dado que la palabra “árbol” del CEC no se refiere a árboles cuando usa la expresión “Los árboles son verdes” como vehículo para pensar un pensamiento, su pensamiento no tiene el contenido de que los árboles sean verdes. Más bien, tienen algún contenido relacionado con árboles*, siendo esto las funciones del programa informático que causan en el CEC experiencias que son cualitativamente indiscernibles de las experiencias normales que representan árboles. Quizá el contenido sea algo como esto: la función del programa que causa experiencias “árbolescas” está asociada con otra función del programa que causa experiencias que son cualitativamente indistinguibles de las experiencias normales que representan a los objetos siendo verdes.
El AS2 resalta la conexión entre el externalismo semántico y la mente. No sólo el significado, la referencia y la verdad dependen de nuestro medio externo de uno de las maneras que hemos discutido sino que, yendo aún más lejos, los contenidos representacionales de los pensamientos, las creencias, nuestros deseos y otras actitudes proposcionales de uno, también dependen de circunstancias externas a la propia mente.
Los Argumentos Simples son menos complejos que el AD, y a su vez no comprometen al anti-escéptico con la especificación de los referentes de las palabras y pensamientos del CEC. Los argumentos descansan sólo sobre el supuesto de que los referentes y los contenidos en cuestión difieren de mis referentes y contenidos. Otra ventaja de los Argumentos Simples es que parecen no pedir principios contra el escéptico , como lo hacía el AD reforzado, de forma que se sigue válidamente la concusión (ES): no soy un CEC.
Objeciones y Réplicas:
Atendamos ahora una objeción al AS1. Aunque el argumento de manera obvia no requiera conocimiento de que soy un no-CEC (y hablo español), de igual manera que el AD reforzado parecía hacerlo, su premisa (B) sí parece luego de sometida a reflexión caer en una petición de principios. En una forma corriente de entender (B), la verdad de esta premisa exige la existencia de árboles como referentes de mi palabra “árbol”. Por lo tanto, para saber que (B) es verdadera, necesitaría saber que soy un no-CEC y que vivo en un mundo que contiene árboles en lugar de ser un CEC en un mundo cubetil sin árboles. Este problema afecta también al AS2, dado que mi fundamento para sostener que puedo tener pensamientos sobre árboles mientras que un CEC es incapaz es en última instancia la afirmación de que las palabras que usamos para expresar nuestros pensamientos difieren en sus referencias (árboles versus cosas que no son árboles, tales como árboles*).
El AS1 puede ser modificado de forma tal de superar esta objeción:
A*. Si soy un CEC, entonces- si mi palabra “árbol” refiere- no es el caso que se refiera a árboles.
B*. Si mi palabra “árbol” refiere entonces se refiere a árboles. Luego,
C*. No soy un CEC.
La premisa (A*) proviene del externalismo semántico. Repostulemos (B*): no se requiere conocimiento de que hay árboles en mi mundo para justificar esta premisa. Pero aún existe un problema. Para poder saber (B*), ¿no necesito saber que soy un no-CEC (y hablo español), de forma tal de poder usar la herramienta del descomillado al establecer los referentes de mis palabras (si es que ellos tienen referentes)?
Una preocupación similar puede desarrollarse a la vista del AS2. Para saber su segunda premisa, (E), necesito saber que estoy pensando. Pero si soy un CEC, entonces uso la proposición “Los árboles son verdes” para expresar algún pensamiento concerniente a árboles*. Por lo tanto, para poder saber qué estoy pensando (y saber que estoy pensando que los árboles sean verdes), parece necesario que sepa que soy un no-CEC teniendo un pensamiento con contenidos extraños.
Una respuesta razonable a la arriba mencionada objeción al AS1 Modificado es la que sigue. Antes de trabajar con el AS1 Modificado, yo no sé si soy o no un no-CEC (y hablo español) o un CEC (y hablo español cubetil). Pero sé algunas cosas sobre mi lenguaje (sea lo que sea y lo esté hablando dondequiera que sea). Como resultado de conocer el significado de “refiere” y el uso de las comillas, sé que el descomillado puede ser aplicado correctamente a cualquier término de mi lenguaje que tenga éxito al referir, procediendo de la manera indicada por (B*) para mi palabra “árbol”. Esto es conocimiento a priori de las características semánticas de mi propio lenguaje (ya sea este español o español cubetil). Sé (A*) en virtud de mi a priori, del conocimiento filosófico de la teoría del externalismo semántico y de cómo se aplica en el caso del CEC. Sabiendo (A*) y (B*) puedo deducir a sabiendas que no soy un CEC.
Una respuesta similar a la objeción a AS2 hecha anteriormente es que tengo conocimiento de mi propia mente que no se basa en la experiencia. Puedo adquirir el conocimiento de que estoy pensando que los árboles son verdes via introspección. Tomando este auto-conocimiento junto con mi a priori, el conocimiento filosófico de la primer premisa del AS2 – (D) – (conocimiento basado en mi entendimiento del externalismo semántico), puedo luego deducir autorizadamente que no soy un CEC. Varios filósofos han planteado problemas para esta respuesta. Se ha sugerido que el externalismo semántico pone límites muy severos al auto-conocimiento: si no sé que no soy un CEC, entonces no sé qué contenidos tienen mis pensamientos: los contenidos normales que yo creo que poseen, o los extraños que poseen si soy un CEC. Por lo tanto, la respuesta que hemos considerado puede estar en problemas si el externalismo semántico da lugar a un escepticismo sobre el conocimiento de los contenidos como el descrito.
Las defensas de los Argumentos Simples arriba mencionadas enfatizan una restricción a los argumentos anti- escépticos: sus premisas deben ser conocibles a priori. La justificación de sus premisas no debe requerir ninguna apelación a las deliberaciones de la experiencia sensorial. Ahora el AS1 Modificado se guía por el pensamiento siguiente: el referente de la palabra “árbol” del CEC es algo extraño, a saber, árbol* (una cierta función del programa informático); pero el referente de mi “árbol” (de haber tal) son árboles; entonces no soy un CEC. Este pensamiento en cuestión descansa sobre la asunción natural de que los árboles no son funciones de programas informáticos. Pero ¿es esta asunción algo que yo sé a priori? En trabajos no relacionados con el escepticismo, Putnam ha afirmado que aunque sea necesario que los gatos sean animales (de igual forma en que es necesario que el agua sea H2O), no es cognoscible a priori que los gatos sean animales (de igual forma en que no es cognoscible a priori que el agua sea H20). Para Putnam, el concepto de gato hace posible lo siguiente: en el momento anterior a ganar conocimiento sobre su estructura interna los gatos podrían resultar ser robots. La preocupación es que de una manera similar, el concepto de árbol es tal que con anterioridad a ganar conocimiento sobre la existencia y naturaleza de los árboles los árboles podrían resultar ser funciones de programas informáticos. Si me adelanto y sostengo anticipadamente mi creencia de conocimiento a posteriori sobre los árboles, entonces, no puedo decir con justicia que en el mundo cubetil no hay árboles. En consecuencia, no sé a priori que la palabra “árbol” del CEC se refiera a otras cosas y no a cosas diferentes de árboles (en virtud de referirse a funciones de programas informáticos que son distinguibles de los árboles).
Esta objeción al AS1 Modificado puede ser contestada al concentrarse en el escenario dialéctico entre el escéptico y el anti-escéptico. El escéptico desea impugnar mi creencia de conocimiento del mundo externo al presentar una hipótesis escéptica que es incompatible con las proposiciones del mundo externo que yo creo. Estamos considerando la hipótesis escéptica ESC (= Soy un CEC). En la presente objeción a nuestro argumento anti-escéptico, la crítica escéptica socava su propia posición al sugerir que ESC es compatible con proposiciones sobre el mundo externo como ser que estoy frente a árboles verdes. Puedo ahora argumentar como sigue para responder a la actual objeción del escéptico. Sé a priori que o bien (I) los árboles son funciones de programas informáticos, o bien (II) los árboles no son funciones de programas informáticos. En la primera alternativa, el escéptico socava su propia posición general, y en la segunda, la objeción escéptica se levanta.
Otra objeción a los argumentos semánticos que hemos considerado viene a la mente cuando nos imaginamos un CEC avanzando por el AS1 Modificado. Cuando el CEC piensa pensamientos vía las proposiciones (A*), (B*) y (C), el no está, por ejemplo, pensando en árboles cuando piensa su segunda premisa. La ocurrencia de la palabra “árboles” en su premisa no se refiere a árboles sino más bien a algo más – árboles*, esto es, ciertas funciones de un programa informático. Entendida de esta manera, su segunda premisa es verdadera. Su primera premisa concierne al referente de su palabra “árbol” bajo la condición de que él sea un cerebro* en una cubeta*. Por lo tanto, la primer premisa del CEC es verdadera por tener un antecedente necesariamente falso (dado que no es lógicamente posible para él ser una función de un programa informático). Entonces la versión del CEC del AS1 Modificado es confiable. Pero él utiliza el razonamiento para probar la conclusión de que no es un cerebro* en una cubeta*, y no la de que él no es un CEC.
Surge aún la preocupación siguiente. Quizás yo soy un CEC que usa el AS1 Modificado para probar que yo no soy un cerebro* en una cubeta*, y no para el resultado deseado de que no soy un CEC. Sin embargo, esta preocupación no tiene fundamento. Si el AS1 Modificado es confiable, entonces prueba sólo lo que aparenta probar – que no soy un CEC. Tan sólo lee cuidadosamente el razonamiento mientras avanzas en él! No hace diferencia a mi situación argumentativa si alguien en Alpha del Centauro usa esas mismas oraciones con diferente significado de los míos y prueba que los muons se mueven rápidamente.
Una objeción final a los argumentos semánticos es difícil de discutir. El problema es el rango acotado de los argumentos. Éstos no pueden probar que yo no soy un recientemente descorporizado cerebro en una cubeta (como opuesto a un Putnamiano CEC). Si he estado hablando español hasta mi reciente encubetamiento, entonces mis palabras retendrán sus referentes del español (árboles, etc.-). Por lo tanto, las consideraciones del externalismo semántico de Putnam no encontrarán asidero frente a la hipótesis escéptica de que soy un flamante cerebro en una cubeta. Otra hipótesis de ser-cerebro-en-una-cubeta que queda intacta con el externalismo semántico es que yo soy un cerebro en una cubeta cuyas experiencias son azarosamente causadas por una supercomputadora: no hay conexiones causales sistemáticas, por ejemplo, entre las funciones del programa informático y mis experiencias “arbolescas” recurrentes. El externalista semántico diría que en un mundo cubetil semejante, mis palabras fallan al referir a las cosas de mi mundo, y no se pueden asignar con propiedad condiciones de verdad a mis proposiciones. Consecuentemente estas proposiciones fallan al expresar pensamientos con contenido. En esta hipótesis de cerebro en cubeta más radical, se me pide entonces, que contemple la (alegada) posibilidad de que no estoy pensando pensamientos con contenido vía proposiciones con sentido que poseen referencia y condiciones de verdad. Pero si esta “posibilidad” es tal, entonces no existe tal cosa como un argumento escéptico sobre el que estoy reflexionando. Luego, esta hipótesis radical escéptica es al final auto refutatoria.
Conclusión
Las hipótesis de cerebros-en-cubetas son cruciales para la formulación de los argumentos escépticos que cuestionan la posibilidad de conocimiento del mundo externo que son modelados en el argumento cartesiano del Genio Maligno. Hemos visto que la hipótesis de CEC puede ser refutable de manera consistente, dado el externalismo semántico y dada la asunción de que uno tiene conocimiento a priori de algunas propiedades claves de su propio lenguaje (o bien al menos, conocimiento a priori de los contenidos de los estados mentales propios). Incluso si los argumentos Putnamianos fallan al descartar todas las versiones de la hipótesis de ser cerebros en cubetas, su éxito frente a la hipótesis de ser CEC más radical sería en sí significativo. Yendo aún más lejos, estos argumentos resaltan una visión innovadora de la relación entre la mente, el lenguaje y el mundo externo.
Por bibliografía del artículo consultar en www.plato.stanford.edu
Traducido por: Elías Pérez, Juan Royes, Maite Rodríguez Apólito
Gran trabajo de traducción y ampliación.
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